En el primer trimestre del 2019 según el monitoreo realizado
por el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) se han registrados 31 muertes
en los calabozos policiales, de las cuales 12 han sido de forma violenta, bien
sea por disparos en intentos de fuga, estrangulados, asfixiados, el uso de
armas blancas y golpes, así mismo dos suicidios.
Así mismo, han muerto 17 presos por condición salud, las causas
reales han sido enfermedades como tuberculosis, hepatitis, uno de los reos
murió por insuficiencia renal, otro quien padecía de VIH y no recibió el
tratamiento adecuado y también se presentaron casos en donde los detenidos
murieron por desnutrición pues no había
quien les llevara comida.
OVP ha constatado que en todo el país se repite la misma
situación en los calabozos de las policías nacionales, regionales, municipales,
del CICPC y GNB, en cada uno están alrededor de 200 o 300 personas recluidas cuando
son sitios con capacidad para 20, 30 o hasta 50.
En la Policía Nacional Bolivariana (PNB) de Boleíta en el
estado Miranda es donde se presenta la situación más crítica de hacinamiento,
la capacidad es para 250 personas y a finales del año pasado tenían
aproximadamente a mil presos lo que se traducía en un 400% de hacinamiento.
Humberto Prado, coordinador general de OVP indica que en
cada calabozo policial las situaciones de convivencia son inhumanas los presos
deben dormir parados, sentados, sus necesidades las hacen en bolsas, potes, no
tienen acceso a las duchas libres, no salen a tomar el sol, debido a ello se
les nota una piel amarillenta y además se registran muchas enfermedades en la
piel.
Las visitas aunque son semanales escasamente son de 15 o
hasta cinco minutos, tiempo insuficiente para compartir con sus familiares.
Prado también indica que la alimentación va por cuenta del familiar y por lo
que ha constatado el OVP en cada sitió más del 60 % no recibe alimentación
diaria, incluso hay presos que ni siquiera tiene una familia que vele por ellos
y por lo tanto no reciben alimentos y es allí cuando vienen las muertes por
hambre o los quebrantos y cuadros de desnutrición que hacen vulnerables a los
presos para que contraigan alguna enfermedad.
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